martes, 26 de julio de 2011

EL OCIO EN "CRISIS"

Bajo la influencia de la actual situación de crisis, mi estado emocional, mi forma de vida, mis prioridades y mis objetivos a alcanzar se ven afectados.
Si miro hacia el pasado me doy cuenta de que ya he tenido que afrontar una situación parecida cuando un buen o mal día decidí cambiar mi camino. La separación, divorcio y viudedad lleva consigo cambios importantes en la economía y la adaptación a la nueva realidad se hace inevitable.
Hay una gran diferencia entre la situación económica que se produce ante un cambio de vida personal y la actual situación de crisis económica.
En el primer caso, la inestabilidad económica se produjo en el seno de mi vida personal, mientras que el entorno permanecía más o menos estable, lo que me proporcionaba más y mejores medios para equilibrarla y una mayor seguridad y esperanza de futuro.
En la actualidad, es el entorno económico el que está en desequilibrio y este afecta directamente sobre mi economía, no dejándome muchas opciones para poder estabilizarla e incluso poniéndome obstáculos para conseguirlo.
En estos momentos la inseguridad en el presente y en el futuro ha crecido y muchas son las dudas y los temores a los que tengo que hacer frente.
Debido a la inestabilidad económica y la precariedad laboral actual, he de aplicar un mayor esfuerzo en conseguir satisfacer mis necesidades básicas, si estas se ven afectadas de algún modo por las circunstancias actuales y he de actuar con mayor prudencia y control sobre mis gastos, pues ha aumentado mi inseguridad y mis miedos a un futuro más o menos lejano.
Si tengo que reducir gastos para poder garantizar mi supervivencia tendré que hacerlo en aquello que pueda prescindir y, en este caso, las actividades de ocio se verán irremediablemente afectadas y con ellas mi posibilidad de relacionarme con los demás.
Para mí, que vivo en soledad, la necesidad de relacionarme es muy importante, así que tendré que aplicar mi ingenio para que, ajustando mi presupuesto en esta dirección, pueda seguir alcanzando este objetivo.
Los viajes, cenas en restaurantes, fiestas en lugares públicos, excursiones y un sinfín de actividades de ocio, con coste económico, dirigidas a mi colectivo, han sido, hasta ahora, las mejores opciones para satisfacer mi necesidad de sociabilización pero, aunque intente resistirme a ello, el cambio en mi actividad social se ha iniciado.
Al tener que reducir mis gastos en actividades con coste económico, mi necesidad de relacionarme con los demás se verá perjudicada y con ello mi estado emocional también puede dañarse, así que tendré que incrementar aquellas ofertas que me ofrece la sociedad de forma gratuita y puede ser que, como antaño, el lugar de reunión y fiesta con mis amigos sea mi propio domicilio.
Deberé crear un nuevo equilibrio entre fórmulas ya inventadas y otras por inventar que me puedan permitir mantener relaciones de amistad y participar en actividades lúdicas, ajustadas a la realidad en la que vivo, sin que por ello peligre mi supervivencia.
Teniendo en cuenta de que la aparición de la crisis en mi sociedad me ha hecho cambiar mis hábitos sociales no puedo dejar de pensar que muchas personas pertenecientes a mi colectivo se encontrarán en parecidas circunstancias, lo que puede producir cambios importantes no solo en la manera en que nos vamos a relacionar “los singles” a partir de ahora, sino también en nuestro comportamiento social.

domingo, 24 de julio de 2011

LA ECONOMÍA DEL SINGLE EN "CRISIS"

Los singles que vivimos en soledad estamos expuestos, de igual manera que todos los demás trabajadores, a la pérdida del empleo, a la disminución del poder adquisitivo y a la dificultad para encontrar un nuevo empleo.

Tengo que tener en cuenta que una gran mayoría de separados, casados y viudos, que están en edad laboral y que viven en soledad, estamos en edad madura. La pérdida de empleo en estos casos, sea hombre o mujer, puede suponer un problema añadido por la dificultad que supone la edad para poder encontrar un nuevo trabajo o una alternativa a la nueva situación.

La sociedad en la que vivo no tiene en cuenta la necesidad individual para decidir el destino laboral de las personas, aunque la pérdida del puesto de trabajo no nos afecte a todos por igual.

Nuestro sistema económico actual es distinto a otros tiempos en el que el trabajador era considerado parte de la empresa y la antigüedad y las circunstancias personales de cada trabajador eran tenidas en cuenta para determinar quien debía de ser despedido, o no, cuando la necesidad empresarial lo requería.

A diferencia de épocas anteriores, en las que el papel de la mujer se centraba en el cuidado del hogar y de la familia y un salario podía ser suficiente para garantizar las necesidades básicas de toda la familia, en la actualidad, se necesita el salario de dos personas para que las mismas necesidades familiares queden debidamente cubiertas.

Teniendo en cuenta esta circunstancia, pienso que el mantenimiento de una persona que vive en soledad tiene un coste superior que la que vive en compañía, si ambos trabajan, pues los gastos de las necesidades básicas, a pesar de ser algo inferiores, no son proporcionales. Es decir, si tengo en cuenta de que he de mantener una vivienda, el coste y mantenimiento de la misma no será muy inferior al de una vivienda compartida entre dos personas.

Muchas son las dudas que se me presentan y sé que el ser single no es condición para que la sociedad contemple ayudas sociales especiales para mi, cuando todavía estoy en edad laboral activa, a pesar de que mi estabilidad laboral esté ahora amenazada.

En una época de crisis como esta, en la que la precariedad laboral y la pérdida de empleo de muchos es una realidad, como single que vive en soledad, puedo verme obligada a cambiar mi forma de vida para garantizar mi supervivencia, por lo que ya no seré libre de decidir cómo quiero vivir mi vida, sino que estaré condicionada por las circunstancias económicas actuales.

La tendencia a la congelación o a la reducción de los salarios, junto con el imparable encarecimiento del coste de la vida, también afectarán directamente sobre la posibilidad de mantener mi modo de vida elegido anteriormente, teniendo que reajustarme o cambiarlo según mis necesidades individuales.

Adaptación, de nuevo, a mi nueva economía y cambios en mi modo de vida elegido, son medidas impuestas, debidas a los ajustes económicos que se están realizando en nuestra sociedad, para conseguir superar la tan importante y nombrada “crisis” que todos padecemos.  

martes, 12 de julio de 2011

EL ESTADO EMOCIONAL EN "CRISIS"

No puedo valorar la nueva situación social en la que vivo solo desde el punto de vista económico y sus efectos sobre mi calidad de vida, pues mi estado emocional también se verá afectado negativamente en el caso de que mis necesidades no puedan ser atendidas como debieran.

Mi pirámide de Maslow, que creía estaba sostenida por una base bastante sólida conseguida a través del esfuerzo y de la adaptación a la nueva situación como single y que me permitía dedicar más atención a los niveles más superiores de mis necesidades, se encuentra en estos momentos amenazada por la actual crisis, sin que haya tenido una responsabilidad directa sobre el desequilibrio económico que a nivel mundial y local se ha producido.

Las consecuencias de una menor cuantía de ingresos no solo afecta a los singles a nivel individual sino que terceras personas que, dependientes del single, pueden verse afectadas.

El pago de pensiones de alimentos y acuerdos de divorcio pueden verse forzosamente alterados y, con ello, el equilibrio conseguido en las relaciones entre los miembros familiares, creando tensiones adicionales que hasta ahora no existían y alterando el estado emocional de todos los afectados.

Inseguridad, aparición de antiguos miedos y nuevas dudas sobre mi vida futura, son algunas de las consecuencias que pueden llegar a desequilibrar mi estado emocional.

La incertidumbre a lo que pueda suceder a partir de estos momentos en mi sociedad y sus consecuencias, que sin duda me afectarán directamente, harán que mi inseguridad, tanto en mi vida presente como en la futura, incremente mi preocupación por cuál será mi destino.

Tendré que revisar de nuevo todos mis objetivos, y mi lista de prioridades se verá irremediablemente alterada teniendo que dedicar mucha más atención en volver a estabilizar mis necesidades básicas para conseguir lo antes posible satisfacer el resto de mis necesidades que dependan de ello.

No me queda más remedio que reorganizar mi vida, según vayan cambiando las circunstancias, pues no hay certeza del tiempo que necesitará está sociedad para conseguir que la situación económica actual mejore y no hay garantías de que, a corto plazo, no pueda empeorar aún más. Así que tendré que reorganizarme de nuevo, para seguir adelante con el menor coste emocional posible...

sábado, 9 de julio de 2011

LA CRISIS Y LOS SINGLES

Es evidente que, la sociedad en la que vivo, está pasando por un difícil período en el que la adaptación a la actual “crisis” afecta a todos en general y, en gran medida, a los que no disponen de recursos ni reservas económicas.

Muchos son los sectores de la población que están especialmente afectados y mi colectivo “los singles” es uno de ellos pues, en muchos casos, la separación, el divorcio, etc. ya generaron, en su momento y por sí mismos, situaciones de precariedad económica que ahora se verán incrementadas debido a los ajustes sociales que se están produciendo, a la precariedad laboral, a la pérdida del trabajo o a la imposibilidad de poder mantener, en solitario, un lugar en el que vivir.

Las necesidades básicas son siempre prioritarias y ocupan la base para que las demás necesidades puedan llegar a cumplirse pero ahora, en mi caso como single, tienen que ser atendidas por una sola persona. En estos momentos, tengo que dedicar una mayor atención a ellas, pudiendo provocar cambios importantes no solo en mis hábitos, sino también en mi comportamiento y en mis objetivos.

Si ya fue difícil comenzar de nuevo en condiciones económicas distintas a las que estaba acostumbrada, ahora hay que volver a crear una nueva lista de prioridades, y ajustar bien el presupuesto, para seguir adelante lo mejor posible.

Como anteriormente he citado en alguna de las páginas anteriores, como single, poseo más independencia y libertad que las personas que viven en pareja y mis prioridades son también algo distintas, pues tengo que dedicar un interés especial a la integración social a través de actividades de ocio para relacionarme con otras personas y esto conlleva, en muchas ocasiones, gastos económicos que ahora debo reducir, pudiendo conducirme a un mayor aislamiento social.

Con la aparición de “la crisis”, muchos de los objetivos que me había marcado en otra época tendré que revisarlos o cambiarlos por otros que se ajusten mejor a los tiempos actuales.

Tengo la certeza de que, "la crisis", afecta a las actuales ofertas de ocio que la sociedad dirige a “los singles” y también puede llegar a influir sobre los valores, objetivos y comportamiento en sus relaciones sociales.

Todo esto da lugar a que me pueda preguntar de qué manera y en qué dirección pueden dirigirse estos cambios que, sin duda, van ya infectándome, por lo que voy a ir reflexionando sobre todo ello para lograr entender cuál es el camino que tengo por delante…

sábado, 2 de julio de 2011

EL SINGLE QUE VIVE EN COMPAÑÍA

Parece, en principio, una contradicción el ser single y a la vez vivir en compañía de otras personas, pero debo recordar que al single se le define habitualmente como a aquella persona que no tiene pareja, por lo que vivir en compañía de otros familiares, amigos o incluso extraños no evita que siga siendo un single, con todo lo que ello conlleva.

Aunque conviva con otras personas, sean familiares o no, sigo siendo la persona que camina por la vida sin un compañero con quien compartirla. Al vivir en compañía de otras personas ya no se está solo, pero el sentimiento de soledad y los miedos pueden aparecer de igual manera.

Mis responsabilidades aumentan, sobre todo si se trata de personas dependientes de mi o familiares, pues no solo debo cuidar de mi misma, sino también de los demás. Y si no tengo responsabilidad directa con las otras personas que comparten conmigo el mismo espacio, tendré que adaptarme a una convivencia distinta a la que estoy acostumbrada.

En ambos casos, la distribución de tareas puede hacer que el peso de las mismas sea más repartido, si cada uno cumple con las obligaciones establecidas, pero estas aumentan según la edad y el número de las personas que conviven juntas.

El no vivir en soledad tendría que suponer una ventaja cuando se necesita a más de una persona para realizar una determinada tarea, gracias a la colaboración de los miembros que comparten el mismo espacio.

Pero la realidad es muchas veces distinta y no siempre se cuenta con la buena voluntad de los demás y hay que librar una dura batalla para evitar los tradicionales “escaqueos” de aquellos que no tengan muy buena disposición en ayudar, sin garantía alguna de conseguir la ayuda necesaria y teniendo que buscar, en ocasiones, soluciones alternativas.

Cuando la salud da paso a la enfermedad, ya sea puntual o crónica, la atención y cuidados que son necesarios hacia la persona afectada son, o deberían ser, así mismos compartidos por los que conviven conmigo.

La convivencia siempre supone adaptarse a los demás, tanto en lo que se refiere a la organización del espacio como al carácter de cada una de las personas y, siendo un single, tengo que afrontarlo en soledad, aunque esté rodeada de otros con los que tenga, o no, lazos afectivos, con todas las ventajas y muchos de los inconvenientes que comporta.

No hay situaciones perfectas y compartir el espacio con otras personas, sean o no dependientes de mi, tienen ventajas e inconvenientes. Vivir acompañada, que no es lo mismo que vivir en compañía, me hace sentir menos sola aunque, por otro lado, me puede hacer perder libertad de movimientos y adquiero responsabilidades añadidas, para con los demás, que viviendo en soledad no tendría.

A veces los miedos disfrazan una realidad evidente. El temor a iniciar, de nuevo, una vida de convivencia en pareja, hace que no me dé cuenta de que, al vivir en compañía, sigo teniendo una vida parecida a la que temo, con la única diferencia de que las personas que comparten mi espacio tienen lazos afectivos distintos a los que tendría con mi compañero.