Somos muchos, o mejor
dicho demasiados, los afectados por esta sinrazón pero, a pesar del
empobrecimiento general, el sentimiento de solidaridad en defensa del más débil
crece en esta sociedad que es agredida a diario por este sistema injusto y
decadente.
El empobrecimiento general, la precariedad
y la pérdida de derechos, aumentan día a día, así como el encarecimiento de la
vida que parece que no entiende de crisis y es lo único que prospera mientras
los sueldos bajan y el desempleo es cada vez mayor.
Me entristece seguir viendo que no
se toman medidas dirigidas a protegernos para evitar más desempleo,
a la creación de nuevos puestos de trabajo, a la creación de nuevas
empresas o a la protección de las ya existentes y que se tengan por
objetivo reducir gastos que solo generan más y más desempleo y afecta directa y peligrosamente a nuestro estado de bienestar.
Para compensar la pérdida de ingresos consecuencia de tanto "ahorro" siguen incrementando o creando nuevos impuestos a los "afectados", con el fin de obtener más dinero y pagar unas deudas que
no hemos generado. Es decir cada día más pobres...
Quizás tenga una visión demasiado simple de la situación, pero algo me dice que si solo se recauda y se
ahorra, creando más desempleo y pobreza, por mucho que se empeñen, cada vez serán menos los ingresos a
obtener y se entra en el círculo opuesto al que se mueve la economía establecida,
que pretende el crecimiento sin límite generando y estimulando una constante
necesidad del gasto.
Es decir que hemos pasado
de gastar para crecer a ahorrar para…pues no sé muy bien para qué, dado el
resultado ya se está viendo pues si ayer estábamos mal hoy estamos peor. Estoy segura que alguna explicación habrá y que
algún beneficio sacará alguien de todo esto…
No digo que no se deba de
ahorrar, pero considero que hay diferentes maneras de ajustar el presupuesto y pagar deudas. Estoy segura
de que con buena gestión, sin despilfarro, justicia y más honestidad
y competencia de nuestra clase dirigente, la situación iría mejorando con el tiempo.
Cuando algo tan grave afecta directamente se comienza a ver un cambio en la forma de pensar y en las
exigencias. Lo que antes se toleraba como un mal endémico en nuestro país, tan
orgulloso de su “picaresca”, es ahora criticado y perseguido y los privilegios
que antes gozaban las “clases pudientes” y poderosas de este país como algo
natural, son ahora cuestionados considerándolos
inaceptables.
Un cambio cultural
forzado, eso sí, por un exceso de presión ejercida por esas mismas “clases
pudientes” responsables, en gran parte, de esta crisis en la que estoy sumergida.
Los medios de comunicación,
que hace algún tiempo callaban o minimizaban la realidad que se vivía en la
calle, dan ahora noticias a diario de denuncias, fraudes, apropiaciones
indebidas, sueldos astronómicos, datos de desempleo, recortes, despidos, desahucios,
injusticias, niveles de pobreza, protestas, dramas personales… Un sinfín de
malas noticias referentes a las causas y efectos de esta crisis que me gustaría no tener que oír, ni ver y que suelen ponerme de mal humor.
A pesar de todo, el
instinto de supervivencia de nuestra especie intenta atenuar, en lo posible,
tanto desatino gracias a grandes dosis de solidaridad hacia los más afectados por la que quiero llamar "injusticia social". En estos últimos años han surgido movimientos de distinta índole que, de forma espontánea, con pocos recursos y con cada día más afectados que proteger, actúan en defensa de una población muy castigada, tanto enfrentándose a los poderes
políticos, muy distantes al sufrimiento causado por ellos mismos, como ayudando
a cubrir las necesidades básicas de muchos que han quedado desprotegidos del
sistema.
Con este panorama por
delante y sin cambios a corto plazo, mucho me temo que la paciencia se agote…