Suelo tener cuidado con lo que deseo, por
aquello de que los deseos puedan hacerse realidad, y no siempre lo hacen de la
manera en que lo había imaginado.
Ayer no pude evitar volver a ver la
película “Un sol en la Toscana”. Quizás se deba a mi “cierto espíritu
aventurero” que cuando la vi por primera vez, deseé ser la protagonista de una experiencia
similar y ahí está, frente a mí, mi propio “sol en la Toscana”.
Dirigir mi destino hasta ahora no ha sido nada
fácil. Hay muchos factores y circunstancias que lo influyen y solo me queda la
posibilidad de decidir el camino escoger, entre las escasas opciones que se me
presentan. Los cambios acostumbran a llegar inesperadamente y me lanzan hacia
nuevas situaciones lo quiera o no.
Si algo he aprendido a lo largo de los años
es que todo llega en su momento y con su propio ritmo siendo yo la que tengo que
adaptarme y estoy, de nuevo, ante uno de esos momentos en que tengo ante mí
otro gran reto por delante.
Son muy pocas las certezas y muchas las
incógnitas, tanto en mi vida cotidiana como en la laboral, que tendré que ir
descubriendo en el que será mi nuevo hogar, en un entorno social muy diferente
al que estoy acostumbrada, con nuevos vecinos y estoy segura que con nuevos
amigos, que formarán parte de mi vida a partir de ahora.
En este momento me gustaría que el tiempo
pasara un poco más rápido, de lo que lo está haciendo, para tomar de nuevo las
riendas de mi nueva vida, pero no todo depende de mí.
Quizás este corto periodo de tiempo de
espera sea necesario para dejar atrás miedos y lastres y pueda ver mi futuro
con más ganas e ilusión. Lo cierto es que, cada día que pasa, el miedo, la incertidumbre
y la tristeza por lo que voy dejando atrás, van dejando paso a la esperanza de
que lo que me ha de suceder sea interesante y provechoso.
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