sábado, 2 de julio de 2011

EL SINGLE QUE VIVE EN COMPAÑÍA

Parece, en principio, una contradicción el ser single y a la vez vivir en compañía de otras personas, pero debo recordar que al single se le define habitualmente como a aquella persona que no tiene pareja, por lo que vivir en compañía de otros familiares, amigos o incluso extraños no evita que siga siendo un single, con todo lo que ello conlleva.

Aunque conviva con otras personas, sean familiares o no, sigo siendo la persona que camina por la vida sin un compañero con quien compartirla. Al vivir en compañía de otras personas ya no se está solo, pero el sentimiento de soledad y los miedos pueden aparecer de igual manera.

Mis responsabilidades aumentan, sobre todo si se trata de personas dependientes de mi o familiares, pues no solo debo cuidar de mi misma, sino también de los demás. Y si no tengo responsabilidad directa con las otras personas que comparten conmigo el mismo espacio, tendré que adaptarme a una convivencia distinta a la que estoy acostumbrada.

En ambos casos, la distribución de tareas puede hacer que el peso de las mismas sea más repartido, si cada uno cumple con las obligaciones establecidas, pero estas aumentan según la edad y el número de las personas que conviven juntas.

El no vivir en soledad tendría que suponer una ventaja cuando se necesita a más de una persona para realizar una determinada tarea, gracias a la colaboración de los miembros que comparten el mismo espacio.

Pero la realidad es muchas veces distinta y no siempre se cuenta con la buena voluntad de los demás y hay que librar una dura batalla para evitar los tradicionales “escaqueos” de aquellos que no tengan muy buena disposición en ayudar, sin garantía alguna de conseguir la ayuda necesaria y teniendo que buscar, en ocasiones, soluciones alternativas.

Cuando la salud da paso a la enfermedad, ya sea puntual o crónica, la atención y cuidados que son necesarios hacia la persona afectada son, o deberían ser, así mismos compartidos por los que conviven conmigo.

La convivencia siempre supone adaptarse a los demás, tanto en lo que se refiere a la organización del espacio como al carácter de cada una de las personas y, siendo un single, tengo que afrontarlo en soledad, aunque esté rodeada de otros con los que tenga, o no, lazos afectivos, con todas las ventajas y muchos de los inconvenientes que comporta.

No hay situaciones perfectas y compartir el espacio con otras personas, sean o no dependientes de mi, tienen ventajas e inconvenientes. Vivir acompañada, que no es lo mismo que vivir en compañía, me hace sentir menos sola aunque, por otro lado, me puede hacer perder libertad de movimientos y adquiero responsabilidades añadidas, para con los demás, que viviendo en soledad no tendría.

A veces los miedos disfrazan una realidad evidente. El temor a iniciar, de nuevo, una vida de convivencia en pareja, hace que no me dé cuenta de que, al vivir en compañía, sigo teniendo una vida parecida a la que temo, con la única diferencia de que las personas que comparten mi espacio tienen lazos afectivos distintos a los que tendría con mi compañero.

No hay comentarios: