domingo, 28 de agosto de 2011

LA JUBILACIÓN Y "LA CRISIS" -2

¡Y yo que creía que era la única responsable de las consecuencias derivadas de mis propias decisiones!

Ahora me doy cuenta de que, además de mí, hay fuerzas sociales que no puedo controlar que influyen en mis proyectos, mis aciertos y mis fracasos.

Lo que ayer me parecía impensable ahora lo vuelvo a reflexionar y me parece posible, pero eso no evita que, aunque mi mente lo acepte, pueda tener consecuencias importantes en mi estado emocional.

Tengo por delante un futuro incierto en el que “la modernidad” que hasta ahora dictaba una forma de vida para la persona mayor, pueda ahora cambiar de dirección por necesidad de supervivencia.

Ni que decir tiene que, en las últimas décadas, mi sociedad ha conseguido grandes mejoras en la calidad de vida de los mayores. Ser mayor y jubilarse hoy ya no significa la espera sumisa hacia el final irremediable de la vida, sino el descanso merecido al esfuerzo de tantos años de lucha, una mejor calidad de vida y una mayor esperanza de vida que antaño.

Mi sociedad ha hecho posible que muchos consiguieran encontrar en este período llamado “la tercera edad” una faceta en su vida compensatoria a tantos sinsabores vividos, al tener la oportunidad de retomar lo que se dejó apartado del camino por ser sustituido por lo que era necesario en cada momento.

¿Y ahora que me espera a mi?¿Cómo será mi “tercera edad”? ¿Llegaré a alcanzar una edad avanzada como hasta ahora lo hacen muchos de los mayores o por falta de vida activa y de asistencia quedará reducida mi esperanza de vida?

Yo, que he decidido luchar por mi independencia y libertad hasta una edad avanzada ¿Voy a renunciar a mis sueños pendientes, aceptando una situación de dependencia estando en plenas facultades?

Si mis facultades están disminuidas puede resultarme más fácil, pero en estos momentos y desde cierta distancia en el tiempo, se me hace muy difícil imaginarme en esta situación.

Estoy segura de que tanto recorte social influirá negativamente sobre la natalidad y la mortalidad de nuestro país. No es posible en la actualidad mantener una familia con muchos miembros y gracias a los recortes en sanidad, la pérdida de calidad en la atención sanitaria ya es un hecho que no se puede ocultar.

Hasta ahora y desde no hace muchas décadas las relaciones familiares han sido muy diferentes a las de otras épocas. Para mí era normal la convivencia con los abuelos e impensable una residencia para ellos. Eran épocas en que el cuidado de los mayores se hacía dentro de la unidad familiar el mayor tiempo posible.

Pienso que los jóvenes de hoy, que serán los adultos del mañana, no han sido educados para que acepten que seamos, los mayores, dependientes de ellos en su vida cotidiana, tal como era normal para nosotros en otra época y muchos de ellos pueden verse obligados a tener que adaptarse a estos cambios, forzados por la necesidad.

Actualmente la educación ha ido dirigida hacia la independencia de todos los miembros de la familia, en una sociedad que avanzaba en una única dirección, dejando atrás el pasado y yendo hacia la modernidad constante.

Ahora observo que, debido a necesidades impuestas, el aumento de la dependencia entre los miembros familiares es cada vez mayor.

Los jóvenes dependen cada vez más y por más tiempo de los padres, los mayores podrían tener grandes dificultades de supervivencia independiente en un futuro no muy lejano, teniendo que depender de los hijos y los que entonces serán los padres podrían necesitar el apoyo de los demás para conseguir satisfacer las necesidades de la familia.

A pesar de todo, dudo en que la situación futura vuelva a ser exactamente como en otras épocas, pues las circunstancias sociales serán distintas y la mentalidad también, pero de lo que si estoy segura es de que la actual crisis influye de forma considerable tanto en nuestra forma de vida como en nuestro comportamiento y estos cambios impuestos podrían producirse con mucha rapidez y con consecuencias imprevisibles a nivel emocional.

Pero sobreviviré por mucho que me cueste. La fuerza de adaptación del hombre es inmensa y lo ha demostrado durante toda su existencia y yo no voy a ser la escepción.

Cuanto más duro es mi camino más reforzada llego a la meta y, pensándolo bien, ¿Qué haría sin una vida con contratiempos por los que luchar, sin cambios en los que adaptarme, donde no quede nada por hacer, donde el conformismo me atrape y dejándome llevar por el infortunio?

...Sería como vivir muriendo.

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