miércoles, 18 de mayo de 2011

UN LUGAR DE ENCUENTRO

Tenía que dar mi primer paso en el desconocido camino de la sociabilización y, como mi intención era la de encontrar amigos, busqué entre las innumerables ofertas, alguna que me inspirara cierta confianza de encontrar lo que estaba buscando, excluyendo todas aquellas ofertas que estaban dirigidas a contactar con personas concretas con objetivos sexuales o casamenteros.

No me resultó nada fácil pero encontré una asociación que, en principio, podría proporcionarme la oportunidad de conocer nuevas personas y conseguir amigos.

Llena de curiosidad y temor por ser la primera vez que me atrevía a ir sola a un lugar de ocio, me encontré delante de una puerta que más me inspiraba el salir corriendo que entrar para ver que había en el interior. Después de unos instantes de serias dudas decidí marcharme pero, cuando me di la vuelta para irme, una mano me detuvo y me invitó a entrar.

Las diversas actividades que me ofrecían y la oportunidad de rodearme de las buenas personas que habían allí, fueron los ingredientes que me ayudaron a superar los primeros años de mi nueva vida en soledad.

Al entrar por aquella puerta entré en un mundo muy distinto al que anteriormente había conocido. Cada una de las personas que estábamos allí teníamos una historia que, aunque distinta, nos identificaba como grupo.

Encontré buenos amigos, la oportunidad de ser escuchada, de compartir vivencias, de divertirme y de aprender cosas nuevas.

Pertenecer a un colectivo me hacía sentir menos sola y mucho más protegida de lo que me había sentido antes y, a partir de este momento, tenía un lugar de encuentro que me proporcionaría multitud de oportunidades de ocio y de relaciones personales.

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