martes, 19 de abril de 2011

LA IDENTIDAD MASCULINA

Para el hombre es muy distinto. Tengo que recordar tiempos pasados, no muy lejanos, para poder entender el porqué, en el momento actual, el hombre en edad madura no entiende  muy bien cual debe de ser su nueva identidad y el porqué de su desorientación.

El nacer hombre era suficiente para que la cultura y la educación del pasado le situaran en una posición de dominio por encima de la mujer, gozando de muchos privilegios y sin tener que hacer ningún esfuerzo por conseguirlos. A cambio se le pedía  ser fuerte, protector y capaz de cubrir las necesidades básicas de supervivencia y seguridad de la familia.

Se les enseñaba pautas de comportamiento distintas a las de la mujer. No podía mostrar sus sentimientos pues eso le hacía parecer débil ante los demás y su participación en las tareas domésticas eran mal vistas por la sociedad por considerarlas tareas degradantes exclusivas del sexo  femenino. La paternidad era ejercida desde la distancia pues se consideraba que era la madre la responsable de los cuidados del hijo.

Con esta herencia cultural, el hombre que en estos momentos ha llegado a su madurez, se ha encontrado, a consecuencia de la evolución de la mujer, que tiene que modificar sus pautas de conducta y evolucionar en una dirección que no ha elegido, sino que le ha sido impuesta.

No me extraña que también el hombre se ponga a la defensiva ante la presión de la mujer a la que considera responsable de  haber perdido todos aquellos privilegios que los hacía especiales y superiores.

Algunas pautas de comportamiento que les eran toleradas son ahora criticadas por la sociedad y otras son compartidas con el sexo opuesto. La fuerza física ya no es necesaria y la protección y abastecimiento de la familia, con la incorporación de la mujer al mercado laboral, es compartida.

Se le alienta para que exprese sus sentimientos pues ya no son símbolo de debilidad sino de sensibilidad y debe cuidar más de su imagen, del mismo modo que lo hace el sexo femenino. Además, tiene que asumir responsabilidades cotidianas en el hogar  y participar de forma activa en la educación y cuidado de los hijos.

Ya no queda mucho de ese hombre que tenía que ser el modelo para muchos de los que recibieron la educación “machista” de antaño y resulta bastante complicado asumir, a partir de cierta edad, que todo lo aprendido ya no tiene validez y que debe cambiar valores, moral y pautas de comportamiento.

La resistencia a los cambios ha dificultado el proceso evolutivo masculino y son ahora las nuevas generaciones las que van marcando el nuevo camino para una nueva identidad masculina más acorde a los nuevos tiempos.

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