domingo, 3 de abril de 2011

LIBERTAD VIVIENDO EN SOLEDAD

Hace pocos días, en una sesión de cine, escuché una frase que me hizo reflexionar: la libertad y la soledad son las dos caras de una misma moneda

Si ser libre no es lo mismo que sentirse libre, estar sola no es lo mismo que sentirse sola.

Me siento muy bien viviendo en soledad y no tengo necesidad de compartir mi espacio pues no me siento sola en el. Lo que me diferencia de los que conviven con otras personas es que carezco de acuerdos y pactos de convivencia establecidos y en que la mayoría de mis decisiones son individuales, es decir, que no tengo que compartirlas con nadie. Mi sentimiento de libertad es mayor pero tengo que tener en cuenta la posibilidad de que aparezca en algún momento el sentimiento de soledad.

No siempre convivir en pareja es lo que puede hacerme sentir privada de ciertas libertades. La convivencia con familiares también puede condicionar mi vida a pesar de estar soltera, separada, divorciada o viuda y eso también puede afectar a mi sentimiento de libertad.

Poder elegir lo que quiero y cuando lo quiero, sin dar cuenta de ello a nadie, me resulta muy atractivo pero hay muchas más cosas por las que vale la pena renunciar a algún que otro privilegio y no por eso he de sentirme menos libre. Lo importante para mí es lograr conseguir llegar a lo más alto de mi pirámide y para poder satisfacer todas mis necesidades tendré que utilizar mi libertad de manera inteligente, dando prioridad a lo que en realidad considero que es más importante para conseguir mi objetivo.

Compartir no tiene porque ser igual a pérdida de mi libertad. Tendré que encontrar a la persona con la que compartir no signifique tener que dejar a un lado mi libertad por volver a vivir en compañía. Ser sumisa para dejar de vivir en soledad o para que desaparezca el sentimiento de soledad no es una buena solución y, con el tiempo, solo tendrá consecuencias negativas para mí. Estoy convencida que la sumisión es una mala aliada de las relaciones de pareja y puede llegar a tener graves consecuencias.

Mi educación me enseñó que las mujeres teníamos que ser sumisas con los hombres. Era una obligación impuesta por una cultura que no tenía en cuenta el derecho a la libertad, como persona, de la mujer en igualdad a la del hombre. Eso no quiere decir que no haya hombres que sean sumisos con sus parejas. Los hombres pueden padecer de igual manera la pérdida de su libertad personal al convivir con una persona dominante, aunque sean o no sean muy conscientes de ello.

Dudo que haya algún lugar en el mundo en el que pueda ejercer la tan deseada y no encontrada LIBERTAD. Mientras viva en sociedad estaré condicionada a sus normas, leyes, moral… esté en el país que esté, viva en un país desarrollado o en uno pobre, o consiga aislarme viviendo en una pequeña aldea tribal de algún lugar casi desconocido. Aplicar mi libertad personal a las costumbres y normas será lo que me hará obtener la sensación de libertad y no por eso renunciaré a luchar por mis libertades y a defender las que ya poseo.

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