domingo, 17 de abril de 2011

"LA MUJER Y EL HOMBRE PERFECTOS"

La forma en que analizo las cosas es diferente a como lo hacen los hombres y algunas de mis prioridades seguro que también lo son. Pero ha sido la cultura y la educación recibida la que ha marcado las grandes diferencias entre ambos sexos.

En vez de pensar y encontrar el motivo de nuestras diferencias me suelo mover por impulsos aprendidos derivados de la educación recibida. Me han educado y condicionado mis pautas de comportamiento. Todos mis gustos y necesidades han sido dirigidos por una sociedad que me dice, según la moda del momento, cómo debo vivir mi vida como mujer, lo que es mejor para mí, lo que he de hacer para parecer más femenina, lo que debe de ser un hombre para que me guste a mí y como debo  expresar mis sentimientos. Pero las modas cambian y lo que antes parecía correcto ahora ya no lo es y tengo la suerte de poder elegir entre una mayor variedad de opciones que antes, por ser mujer, no me era permitido.

Como mujer tengo objetivos muy difíciles de conseguir. Ahora tendría que ser lo que antes me decían que debía ser y lo que ahora me dictan los nuevos tiempos. Una mezcla de comportamientos muchos de ellos contradictorios, de habilidades y de capacidades que me quieren llevar a lo que sería, en este momento, “la mujer perfecta” y que, si hago caso de tanta propaganda, llegaría a acabar conmigo.

Pero los hombres, sobre todo a partir de “cierta edad”, no lo tienen nada fácil. Su educación les llevaba en una dirección que en pocos años ha quedado anticuada. Acostumbrados a tener unos privilegios, unas pautas de comportamiento y una manera de pensar también aprendidas y con las que se sentían cómodos, tienen ahora que cambiar forzados por una realidad a la que no consiguen comprender.

Se pretende también que ellos sean “el hombre perfecto”. Tienen que conservar todos aquellos atributos típicamente masculinos que les dicen que nos gustan a las mujeres y además deben ser el hombre moderno que deseamos, haciendo responsable a la mujer de verse obligados a asumir estos cambios. Es el camino a una nueva identidad masculina en convivencia con una identidad femenina que también sigue evolucionando.

Tengo mucho que entender de mi opuesto y este tendría que hacer también un esfuerzo en comprender tanto lo que nos diferencia como lo que estoy segura que nos une. Los roles que antes eran dispares poco a poco se van aproximando dejando cada vez menos diferencias con respecto a los comportamientos y privilegios según el sexo.

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