martes, 1 de marzo de 2011

EL MIEDO A VIVIR SOLA

Estoy convencida de que todos los miedos existen en nuestro interior y que afloran según las circunstancias. Antes no sentía miedo a vivir sola porque al estar en pareja era imposible sentirlo pero lo que sí entonces estaba presente era el sentimiento de soledad interior, aún estando en compañía.

Podría decir que, en un principio, fue el miedo a vivir sola el que surgió al plantearme la posibilidad de ruptura. Este miedo lo sentí mucho antes de que tomara la decisión definitiva de romper mi relación. Soy consciente de que el miedo a vivir el futuro en soledad fue lo que hizo que tardara mucho más tiempo de lo necesario en hacer realidad lo que era inevitable para mí. Este miedo sigue presente aunque va disminuyendo su intensidad a medida de que voy logrando aumentar la seguridad y confianza en mí misma y voy comprobando que el estar solo no es tan malo como creía o como me lo habían hecho creer. Como todas las cosas vivir solo tiene su lado bueno y su lado malo. No hay nada perfecto y de existir ya estaríamos todos aferrados a ello ¿no?
Qué estupendo me parece poder decidir hacer lo que deseo sin tener que pactarlo antes y sin impedimentos. No pelearme por la posesión del mando a distancia de la TV,  ni por cómo se organiza la casa, ni en decidir que se hace el fin de semana y poder "ejercer" todas mis “manías” sin censuras ni malas conciencias, sin tener que dar explicaciones y careciendo de horarios impuestos por otros.
La convivencia hacía entonces que cambiara muchas veces mis deseos y necesidades por los deseos de la pareja y viceversa. Esta es una de las condiciones necesarias para que vivir en compañía pueda ser posible.
La libertad de movimientos resulta muy atractiva pero no hay nada bueno sin lo opuesto y hay que ser realista. Me faltan muchas cosas que solo puedo tener si renuncio a una parte de mis privilegios. Cosas como tener con quien compartir, tener una mano cerca para apoyarme cuando me “caigo”y muchas más. Es decir tener un cómplice para lo bueno y para lo malo y compartir las necesidades de ambos. Me pregunto si estoy dispuesta y vale la pena renunciar a compartir mi camino con otra persona por esa “libertad” que tengo en la actualidad.
Debo tener en cuenta de que no considero aconsejable para mí convivir con cualquier persona que pueda estar dispuesta a ello, lo que hace difícil comenzar de nuevo en esta dirección. Para compartir es necesario que entre los dos se establezca un vínculo que lo haga posible. De no ser así seguro que fracasaría en el intento.
No todos los “singles” viven en soledad. Conozco a muchos de ellos que comparten su espacio con familiares, hijos, amigos…A pesar de no vivir solos la idea de que en el futuro las cosas cambien hacen que sientan el mismo miedo. Estoy segura de que la idea de “libertad” que se nos atribuye por nuestra condición de “singles” ya no se ajusta demasiado a la realidad en la que viven.

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